La obra que os quiero comentar es toda una oda al mal gusto y lo macabro, pero no por ello exempto de lirismo, belleza y profundidad emocional, elementos que trata en la mayoría de comics este genial descerebrado japonés llamado Suehiro Maruo. Hace muchos años, en el descanso de una de las giras con mi banda, la Max Rebo-Band, me pasé por el salón intergaláctico del cómic que se celebraba en el planeta Rothana, en el borde exterior, y allí pude ver de cerca a Maruo con el pelo alborotado teñido de verde y unas gafas de sol antiguas, todo un personaje. Pero por aquél entonces no estaba muy familirizado con su trabajo, y seguí como si nada mi visita por el salón bajo la atenta mirada de las tropas imperiales que andaban tras la pista de un pirata espacial conocido como "Han Sorbo". El caso es que hace un par de años Maruo vino a mi encuentro como si del destino se tratara, y me incitó hábilmente a adquirir el ejemplar de este Lunatic Lover's (1997/99), que ya sólo por el título me llamaba poderosamente la atención. El día en que lo leí, caprichosamente se fue la luz del hostal en el que me hospedaba en Coruscant, haciendo su lectura aún más terrorífica y gratificante, armado sólo con una pequeña linterna para leer y observar detalladamente las perturbadores viñetas que con tanta pasión y delirio había dibujado Maruo.
Este comic es un compendio de distintas historias independientes unas de otras, con el único nexo en común del AMOR, con sus extremistas y deformadas formas que concibe el autor de ello.
Un aspecto que resulta muy interesante y atractivo en sus comics es la introducción en sus tramas de elementos del folklore japonés tales como los Yôkai (espíritus, duendes y monstruos típicos del país) y echos históricos nacionales nefastos como la infame Segunda Guerra Mundial y su terrible postguerra, con invasión de las tropas americanas incluida y las atroces secuelas de las explosiones atómicas de Hiroshima y Nagasaki, que ayudan a entender las motivaciones y obsesiones personales de Maruo a través de las situaciones y vidas de sus atormentados personajes, la mayoría de ellos marginales. Si a esto le añadimos impactantes escenas de sexo depravado con contenido escatológico explícito y una atracción irrefrenable por los insectos, el sadismo brutal (referencia clara del arte Muzan-e), lo necrológico y una teatralidad al más puro estilo grand guignol, tenemos ante nosotros un caramelo envenedado díficil de rechazar.
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